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Llevamos varios domingos hablando del tema oscuro y pesado de la aprensión, juicio y muerte de nuestro señor. Han sido varios domingos en los que el tono del mensaje ha sido pesado y hasta deprimente. Es decir, contemplar los abusos y las injusticias a las que fue sometido Jesús no es nada agradable. Especialmente cuando sabemos que es inocente, sino que su sufrimiento es el resultado de nuestro pecado y del amor tan profundo que siente por el Padre y por nosotros.
Es aquí donde encontramos nuestra esperanza, dice el profeta Isaías que “5 Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra*paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.” (Is 53:5). Así que este evento tiene un doble propósito: el primero es mostrar lo hundidos que estábamos sin Jesús, con un futuro aterrador; en segundo lugar, que al final, esa no es toda la realidad, sino que Dios preparó un camino para que al ser juzgados seamos declarados justificados en su hijo único, nuestro señor Jesús. El rechazo de Jesús nos debe llenar de esperanza.
El texto nos presentará con la opción que Robert Trail describiera así: “Si un hombre confía en su propia justicia, él rechazará a Jesús. Si confía en la justicia de Cristo, él rechazará la propia.” ¿En qué justicia confías? Es la pregunta al final del día de hoy.
Basado en Mr 15:1-20
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